Aún retumba en mis oídos
el sonido que provocó
el frasco que contenía
la esperanza
y lo que es su pérdida
haciéndose añicos
al romperse contra el suelo.
En ese preciso instante,
recibí mil punzadas en mi cuerpo,
muerto en vida,
inerte al haberte perdido.
Siendo así,
mis sentidos se ven privados de ti,
pero el dolor se siente,
quema, ahoga y axfisia,
mientras la tierra no me da parcela
para enterrarme
al saber que no quiero seguir viviendo.
Mis pupilas han perdido su luz,
mis brazos el tenderme a tu regazo,
mis labios el sabor anhelado
al igual que mi alma
un sueño hecho mil pezados.
La fe me ha abandonado,
he dejado de creer en ese dios,
al que me entregaba desde hace un año.
Mi señor me ha dejado, solo,
en un valle de lágrimas,
sin compadecerse de mi angustia,
sin apiadarse de este lamentable estado.
Enfermedad no corpórea,
morir de amor
tras un estado prevido
de locura mezclada con amargura,
locura al perder a mi amor,
amargura teñida a su vez de pena
para despedirme de mi alegria.
Ya sé que no soñará nunca conmigo,
ya sé que no quiere que le acompañe
en el transcurso de su vida
hasta que la muerte se la arrebate.
Las heridas ahora me escuecen mas,
como si con su marcha
la soledad impregnara mi piel con vinagre,
que mas acentua mi sufrimiento,
no se ya lo que es un suspiro,
tan solo me hallo inmerso en sollozos y alaridos.
Imagenes guardadas,
impactantes e imborrables
tatuadas para no borrarse nunca de mi alma,
situaciones hipoteticas que han estado en mi cabeza,
que mi corazon ha soñado miles de veces y
que él ahora con otro las ejecutas y hace reales.
Ya no me escondo de males,
ni me protejo de peligros,
tu indiferencia ha nublado mi persona,
y acepto cualquier temor
asumiendolo sin ningun reparo.
Muerte, damisela de luto,
vestido de negro encaje
con velo triste y trasparente,
eres anhelada por insensatos
y temida por unos aferrosos.
Es tarde ya, muerte, ven a mí
en un fugaz instante,
abrazame fuertemente,
y pon fin a mi sufrimiento,
contagiame tu pálidez a mi piel
y poseeme hasta arrebatarme
mi ultimo aliento.
Siempre te rogué que me tomaras
al segundo de morir mi amado,
ahora te suplico que hagas oídos sordos,
a mis deseos de siempre
y escuches lo que esta vez sin arrepentirme
te confieso aqui yacente y abandonado.
Pues solo tu tienes potestad en tus manos,
ven ahora, y compadecete de este desgraciado,
que creyó en el amor idílico, plátonico, tan soñado...
y no se percató que en la vida en este mundo
es consecuencia de la expulsion de un paraiso,
que sí albergaba aquellas virtudes y hallazgos.
Permití que la ilusión me cegara demasiado,
permití que la esperanza alimentara escasas posibilidades,
que nunca se convertirían en certeza ni verdades,
la realidad es tán cruel e impactante
que no he podido adaptarme al cambio.
Damisela de vestido negro,
no permitas que mis ojos se sequen
por tantas lágrimas
que desde ayer he derramado,
porque mi sangre ya no quiere correr,
mi piel la desdicha el color le ha arrebatado,
mis pulmones no desean respirar aire,
y mi piel sin calor se ha quedado.
No sé que viene ahora despues,
ni quiero saberlo;
musas, que me habeis inspirado hasta ahora,
luna, que me has acompañado hasta este momento,
rezad para que acabe ya mi travesía,
recibidme si está en vuesta mano
en el firmamento con un regozoso abrazo.
Oscuridad y silencio,
cómplices de mi estado de ánimo,
no me abandoneis ahora
al igual que mientras vivía por él
con esperanza me habeis alimentado,
ahora que la muerte viene,
flagelad y custodiad mi cadáver
en este lecho de eterno descanso,
que ahora es cuerpo con vida en apariencia
a otros ojos humanos,
que desea ser espíritu
libre de los mandatos del depravado destino
para poder escapar
y no volver a ser marioneta en sus manos.
Hace 3 meses
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